Cuando era niño, un
día vi en el cine la película “El templo del sol” (“Le temple du soleil”). El
film iba sobre las fabulosas aventuras vividas por Tintin –el famoso personaje
del ilustrador belga Hergé- en un reducto Inca oculto en los Andes peruanos.
Desde aquel momento, cada vez que me preguntaban; “¿A qué país te gustaría
ir?", yo respondía sin dudar: “A Perú, al Machu Picchu”.
Después de muchos años, en septiembre de
2021, por fin pude cumplir ese sueño, y viajé al Perú. Y, en efecto, pude
conocer el impresionante territorio del Machu Picchu, al amanecer, después de
horas caminando por la jungla. Caminé, igualmente, entre las altas montañas de
nieves perpetuas, a 5200 m de altitud, entre rebaños de llamas y alpacas, con
una bola de hojas de coca mascadas en la boca para hacer más llevadero el
soroche (mal de altura). Montaña Arco iris me fascinó con sus espectaculares
tierras multicolores que han aflorado después del deshielo causado por el
cambio climático -todo hay que decirlo-, y en los alrededores de aquel mágico
escenario natural, me tomé la licencia de recopilar algunas pequeñas muestras
para mis futuros trabajos pictóricos. En Montaña de los siete lagos, pude
alucinar con las aguas de diversas tonalidades de los diferentes lagos, y las
sorprendentes tierras de sus orillas: algunas blanquecinas, algunas ocres,
algunas rosadas... Allí, tuve el placer de recolectar tierras arcillosas de
variado colorido.
Y trepé entre las piedras ciclópeas, de
los lugares sagrados de Sacsayhuamán, Qengo, Pukapukara, Tambomachay, Pisaq,
Moray, Ollantaytambo o Chinchero. Y me perdí entre las calles coloniales, y al
mismo tiempo de innegable sabor incaico de Qosqo (Cuzco). Y, especialmente,
tuve la oportunidad de interactuar con la gente del pueblo quechua, herederos
de los antiguos adoradores de Inti (Sol), Quilla (Luna), Ch’aska Qoillur
(Venus), Cuychi (Arco iris), Catachillay (Llama hembra), Mamacocha (Mar) y
Pachamama (Madre Tierra)… quienes fueron obligados sin contemplaciones a
cambiar de creencias por unos conquistadores venidos desde lejos, ávidos de oro
y plata. Gente humilde, amable, orgullosa de su ancestral lengua quechua y de
su cultura. Luchadores y luchadoras natos por la supervivencia, en un mundo de
desigualdades.
¡Gracias, Perú! ¡Gracias, Pachamama!
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