Hace algunas semanas, de nuevo, tuve la suerte de poder
visitar Marruecos junto con unos amigos.
El principal objetivo, era realizar la ascensión al gran
Toubkal (con sus casi 4.200
m , el tercer pico más alto de África)… y lo conseguimos,
tras dos intensas y potentes jornadas entre paisajes alpinos de ensueño.
También nos dejamos caer por las alucinantes aldeas cercanas
al lago Ifni, ancladas en el pasado… y por el propio lago, que nos cautivó con
su espectacular majestuosidad más típica de Islandia o de Nueva Zelanda que
supuestamente de un país africano.
Igualmente, como era de rigor, fuimos en busca de la mar… en
Essaouira. Allí nos sumergimos en sus mágicas calles llenas de tiendas
multicolores, de música, de gaviotas. Yo, como no, aproveché para adquirir material para mis cuadros,
concretamente exóticos pigmentos que ya están aportando frescura a
mis pinceles: amarillo azafrán (extracto de dicha especia que con el agua
adquiere una textura algo gelatinosa y una primitiva tonalidad amarillenta con
toques anaranjados), polvo fino de pétalos de rosa, azul Tuareg, azul Mogador, piedras
en bruto de azul índigo, amarillo huevo, rojo Marrakech… ¡Una auténtica delicia!
Además, tuve la suerte de conocer en Essaouira a un
magnífico pintor y ser humano: Mustapha El-Harchi. Recuerdo su asombrosa tenacidad en la boca para manejar con destreza los
pinceles, su mirada cargada de autenticidad… Ahora pienso: “amigo, tus
manos no pueden pero sí tu corazón… sí tu boca”
¡Gracias, una vez más, Al-Maghrib!
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